Después del desastre dadá, que a pesar de su radicalidad fue engullido rápidamente por la moda y no solamente devorado, sino reutilizado para ser tomado como punto de partida de la posmodernidad, esa forma de nihilismo light y oficialista al servicio del nuevo poder, de los nuevos intereses comerciales, hacer un manifiesto parece algo completamente inútil.Pintar y dibujar en el tiempo (y en general utilizando cualquier soporte artístico), la dimensión temporal de las artes plásticas, otra manera de crear en el cine, ya sea éste químico o digital, eso es lo que nos convoca. La creación de movimientos y temporalidades antes inexistentes, la expresión pura de la imagen, el reencuentro con los contenidos de los símbolos, la reelaboración del tiempo en el mundo.
Esto ha permitido y pedido el uso de otras estrategias narrativas e incluso negarlas para desenvolverse en asociaciones puramente plásticas o trenzar la imagen en la música o en el desenvolvimiento sin limitaciones del inconsciente, lo que permite también que el camino sea tan importante como el punto de llegada, como debería suceder con la vida. El tiempo no es dinero, es el soporte de la vida.
En momentos en que la dictadura de la imagen y los símbolos domina en los medios, sin recursos, y pensando que el cine es un gran arte cuando no depende de los imperios comerciales y políticos, ni se dirige a las embotadas masas, esta alternativa de hacer arte en el tiempo muestra las enormes posibilidades para las almas independientes, para aquellas que perciben la mentira en unas formas que de tanto repetirse se han vuelto contenido.
Cuadro a cuadro, lentamente, la gota sobre la piedra, la civilización contra la nueva barbarie a la que estamos sometidos.
– Moebius.